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No sé atenienses, la sención que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estadoa punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por asi decirlo, no han dicho nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me causó especial extrañeza, aquella en la que decían que teníais que precaverlos de ser engañados por mí por que, dicen ellos, soy hábil para hablar. En efecto, no sentir verguenza de que inmediatamente les voy a contradecir con la realidad cuando de ningun modo me muestre hábil para hablar, eso me ha parecido en ellos lo más falto de verguenza, si no es que acaso éstos llaman hábil para hablar al que dice la verdad.