EL HOMBRE MEDIOCRE

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La emoción Ideal: Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custodiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte: fría bazofía humana. Sólo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real. Ella es el lisde tu blasón, el penachode tu temperamento. Innumerables signos la revelan: cuando se te anuda la garganta al recordar la cicuta impuesta a Sócrates, la cruz izada para Cristo y la hogera encendida a Bruno;cuando te abtraes en lo infinito leyendo un díalogo de Platón, un ensayo de montaigne o un discurso de Helvecio; de esas pasiones en que te fuiste, alternativamente, el Romeo de tal Julieta y el Werther de tal Carlota.

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