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A través de sus recuerdos y experiencias, la autora nos sumerge en un ambiente rico en detalles y nostalgia con olor a maíz recién pilado. Nos lleva en un viaje desde su infancia en un pueblo remoto de la selva del Darién hasta las anheladas visitas a su pueblo natal, Aguadulce.
A medida que relata sus vivencias, nos muestra cómo cada lugar y cada personaje, desde la señora Bochi hasta su abuelita Amalia, tienen un papel importante en su vida y en la formación de su identidad. La historia está llena de momentos cotidianos, como jugar en el río con sus primos, vender la lotería, correr por las avispas o escuchar los fascinantes cuentos de su querido abuelo Merejo, que adquieren un significado especial para la protagonista.
En este relato la autora nos enseña ese hermoso sentido de pertenencia y conexión con su pasado y con su cultura. La llegada del verano y el regreso a su pueblo natal marcan un momento de reencuentro y celebración familiar, donde los lazos afectivos y las tradiciones cobran un nuevo significado.
La casa de Aguadulce además nos deja un hermoso y contundente mensaje: por un después, no se puede perder la oportunidad de vivir el presente.